
Mi
mamá no olvida que alfabetizó a los 14 años, con miedo a los bichos, a los
ruidos y hasta las sombras, por eso guarda con celo su bandera y la cartilla,
ni cuando recogió café en Oriente en medio de la efervescencia que solo
provocan las revoluciones, y ante el temor del estallido de una nueva guerra,
eran los azarosos días de la Crisis de Octubre. Pero sobre todo recuerda con
especial ternura, el tiempo que se fue a Pinar del Río a cultivartabaco, porque
fue allí entre los matorrales y los trillos de un campo desnudo que pudo ver,
así de cerquita a Fidel.
Apenas
eran unas chiquillas estudiantes de la Escuela Mártires de Girón, que cumplían
su período de trabajo agrícola en las tierras de Laguna Grande, cerca estaban
los edificios de Sandino. Corrían los años 60, se fugaron del campamento para
conocer la zona: “No estábamos lejos, cuenta mami,pero queríamos pasear, por
allí habían árboles frutales, una laguna y por supuesto las matas de tabaco, ya
habíamos visto a Fidel en otras ocasiones, siempre venía al campamento a
preguntarnos cómo estábamos, qué nos faltaba, le decía al director,Barbarroja
qué se necesita aquí; pero que va, aquella mañana fue diferente.
Dice
mami, que cuando vieron los tres jeeps avanzar hacia ellas, se pusieron
eufóricas, se acercaron y lucharon con desenfreno para tocarle las manos por la
ventanilla. ¿Y la escolta? pregunto yo.“Él siempre les decía que nos dejaran
acercarnos, cómo le iba a tener miedo a sus estudiantes. Nos preguntó qué
hacíamos por esa zona, dijo que no podíamos alejarnos del campamento, podría ser peligroso y nos indicó que regresáramos”. Según
mami, ellas viraron.
Hoy,
al cabo de los años, piensa que se sintieron un tanto avergonzadas por el
regaño aunque fuera dulce,era una extraña mezcla de alegría y pena.Sin embargo,confiesa
que en realidad recuerda más sus caras sonriendo y la discusión interminable de
quién le había tocado las manos primero o cómo eran sus dedos.
No
resisto, le tengo que preguntar: Mami, ¿estaba muy molesto? “Nos habló serio,
pero nunca fue grosero, era esa forma suya de hablar como si estuviera
reflexionando, convenciéndote de algo”. Entonces mi mamá sonríe pícara, como
quien guarda más historias: “ Molesto, molesto de verdad, se puso el día que
nos abalanzamos sobre los carros en que él venía por Quinta Avenida, pero
imagínate, éramos tan jóvenes, y Fidel siempre es Fidel.
Fotos: Cortesía de Marta Bravo Rodríguez
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