Mi mamá
hoy tiene 66 años, pero cuando apenas alcanzaba los 14 fue alfabetizadora.Abuelos
y tíos desconfiaban “ ¿Túuu? tan melindrosa y mona para comer, allá en medio de
tantos bichos” pero mamá se empeñó. Entonces Cusa, mi abuelita, una mujer muy
fuerte dijo “Esta bien, pero no regreses rajá”.
Salió
de Varadero, “en un jeep de esos del Ejército, íbamos seis personas” sin saber
a ciencia cierta a qué se exponían pero eufóricos, como quien se come el mundo
y todavía tiene apetito.
“Llegué
de noche, fui la última, me llevaron a un batey conocido como La Yagua, en
Aguada de Pasajeros, todo era llano, cerca, las lomas del Escambray”.
La casa
era de madera, con un mostrador que servía de bodega y donde también pasaban
los telegramas. No olvida mami el agrio recibimiento, Nena Paula, la señora, le
negaba la entrada, su marido “no quería una brigadista más aquí”. Por eso
aguardaron en la puerta la llegada del señor Bayate, jefe de la familia, un
teniente de la dictadura de Batista, según los comentarios solo cambió de bando
tras el paso del Che por Las Villas.
Tras la
insistencia el guajiro cedió, era un hombre duro “la voy a dejar, pero cuando
saque la pata del plato la pongo en la puerta de la calle” resolvió.
Allí comenzaron
las historias de Marta Bravo, su relación con la familia, Nena Paula, Bayate,
Orlandito el hijo, un casquito que cuando sentía un tiro corría a las lomas
esperando unirse a los alzaos. Ah… y Aracelys, casi contemporánea con ella, pero
bastante avispada, la ponía a vigilar mientras vivía su romance con el novio en
el excusado: “si viene alguien tiras unas piedritas”.
Por las
noches enseñaba en su escuelita a la gente de la zona, algunos llegaban a
caballo y lo amarraban dentro del aulita mismo; por las mañana ayudaba en los
quehaceres hogareños. También impartía clases a domicilio a un viejito, cuyo
hijo se enamoró, y la madre afirmaba siempre por casualidad “la mujer casada
con mi hijo Gustavito tiene que vivir aquí”.
La familia
antes dudó en acogerla, pero ahora la protegía como una más de sus hijas “nunca
me dejaban ir sola a ningún lugar, siempre me acompañaba Aracelys, en ocasiones
nos tiraban piedras al farol”.
“Yo
dormía con el uniforme, la situación no era fácil, un hombre apodado Neko siempre
gritaba que cuando llegaran los alzaos me iba a esconder debajo de la cama, o
que ya habían ahorcado a dos brigadistas con alambre de púas y ahora venían por
mí. Cerca andaban las bandas de Tondike y Cara Linda”.
“En
una oportunidad el batey se llenó de soldados del Ejército Rebelde, era una
redada, me preguntaron cómo me trataban y esas cosas, eran órdenes de Raúl,
afirmaban. Aquello bastó, el tal Neko me culpaba de delatarlos, solo Bayate lo
puso en su lugar”.
La partida
le costó disgustos, sobre todo con Aracelys “Yo quería estar en la Plaza con
Fidel, y ese día ella se casaba, se puso muy brava ni salió a despedirme,
imagínate no me podía quedar, desfilé junto a todos con uno de esos lápices gigantes
en las manos”.
Mami,
recuerda a ratos sus días de alfabetizadora, aún tiene guardada su bandera, y
una foto con todo el atuendo, farol, cartilla… de seguro no era consciente de
los peligros, Cuba vivía una etapa de efervescencia, y los jóvenes una excitación
incomprendida por muchos.
A veces
miro mi vida, mis días, el hilo que he logrado tejer y me pregunto si a mis 14
años hubiera tenido esa certidumbre, o
quién sabe, ese atrevimiento.
En la foto mi mamá (Marta Bravo) con su nieto.
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