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jueves, 19 de diciembre de 2013

Mi mamá alfabetizó


Mi mamá hoy tiene 66 años, pero cuando apenas alcanzaba los 14 fue alfabetizadora.Abuelos y tíos desconfiaban “ ¿Túuu? tan melindrosa y mona para comer, allá en medio de tantos bichos” pero mamá se empeñó. Entonces Cusa, mi abuelita, una mujer muy fuerte dijo “Esta bien, pero no regreses rajá”.

Salió de Varadero, “en un jeep de esos del Ejército, íbamos seis personas” sin saber a ciencia cierta a qué se exponían pero eufóricos, como quien se come el mundo y todavía tiene apetito.
“Llegué de noche, fui la última, me llevaron a un batey conocido como La Yagua, en Aguada de Pasajeros, todo era llano, cerca, las lomas del Escambray”.
La casa era de madera, con un mostrador que servía de bodega y donde también pasaban los telegramas. No olvida mami el agrio recibimiento, Nena Paula, la señora, le negaba la entrada, su marido “no quería una brigadista más aquí”. Por eso aguardaron en la puerta la llegada del señor Bayate, jefe de la familia, un teniente de la dictadura de Batista, según los comentarios solo cambió de bando tras el  paso del Che por Las Villas.
Tras la insistencia el guajiro cedió, era un hombre duro “la voy a dejar, pero cuando saque la pata del plato la pongo en la puerta de la calle” resolvió.
Allí comenzaron las historias de Marta Bravo, su relación con la familia, Nena Paula, Bayate, Orlandito el hijo, un casquito que cuando sentía un tiro corría a las lomas esperando unirse a los alzaos. Ah… y Aracelys, casi contemporánea con ella, pero bastante avispada, la ponía a vigilar mientras vivía su romance con el novio en el excusado: “si viene alguien tiras unas piedritas”.
Por las noches enseñaba en su escuelita a la gente de la zona, algunos llegaban a caballo y lo amarraban dentro del aulita mismo; por las mañana ayudaba en los quehaceres hogareños. También impartía clases a domicilio a un viejito, cuyo hijo se enamoró, y la madre afirmaba siempre por casualidad “la mujer casada con mi hijo Gustavito tiene que vivir aquí”.
La familia antes dudó en acogerla, pero ahora la protegía como una más de sus hijas “nunca me dejaban ir sola a ningún lugar, siempre me acompañaba Aracelys, en ocasiones nos tiraban piedras al farol”.
“Yo dormía con el uniforme, la situación no era fácil, un hombre apodado Neko siempre gritaba que cuando llegaran los alzaos me iba a esconder debajo de la cama, o que ya habían ahorcado a dos brigadistas con alambre de púas y ahora venían por mí. Cerca andaban las bandas de Tondike y Cara Linda”.
“En una oportunidad el batey se llenó de soldados del Ejército Rebelde, era una redada, me preguntaron cómo me trataban y esas cosas, eran órdenes de Raúl, afirmaban. Aquello bastó, el tal Neko me culpaba de delatarlos, solo Bayate lo puso en su lugar”.
La partida le costó disgustos, sobre todo con Aracelys “Yo quería estar en la Plaza con Fidel, y ese día ella se casaba, se puso muy brava ni salió a despedirme, imagínate no me podía quedar, desfilé junto a todos con uno de esos lápices gigantes en las manos”.
Mami, recuerda a ratos sus días de alfabetizadora, aún tiene guardada su bandera, y una foto con todo el atuendo, farol, cartilla… de seguro no era consciente de los peligros, Cuba vivía una etapa de efervescencia, y los jóvenes una excitación incomprendida por muchos.
A veces miro mi vida, mis días, el hilo que he logrado tejer y me pregunto si a mis 14 años hubiera tenido  esa certidumbre, o quién sabe, ese atrevimiento. 

En la foto mi mamá (Marta Bravo) con su nieto.

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