
La
situación llegó a manos gubernamentales y ambas fueron trasladadas a la Casa de
Niños sin Amparo Filial (CNSAF), conocieron otra realidad, sintieron el peso
dulce de la preocupación y el abrigo en la enfermedad, oídos atentos a cada
inquietud y el afecto negado tanto tiempo.
“El
estado cubano garantiza la dignidad plena del hombre, el disfrute de sus
derechos, el ejercicio y cumplimiento de sus deberes y desarrollo integral de
la personalidad”, declara la Constitución en la Isla.
Mariela
fue una buena estudiante, orgullo de los trabajadores de la CNSAF a quienes con
cariño llama “Tías”. Obtuvo el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas y
luego la carrera de Medicina.
Encontró
en esta sociedad, a pesar de su origen, la garantía de escuela, alimentación,
acceso a servicios médicos; la oportunidad de trabajar y formar su propia
familia.
Hoy es
una médica exitosa, cumplió misión internacionalista en Honduras y conoció
personas con comienzos similares al suyo, pero finales truncados: analfabetos,
explotados y abusados.
Tiene
su propio hijo, y cuando lo mira sabe; por su parte no le faltará el amor, y
Cuba respetará su derecho a crecer, el estudio, empleo, la cultura, el deporte,
la ciencia y la técnica.
Sonríe
“no entienden nada quienes nos acusan, ¿qué saben ellos de Derechos Humanos?”.
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