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lunes, 28 de abril de 2014

Memorias de un abril perdurable.




Mi abuelo participó en la lucha contra bandidos en el Escambray en abril de 1961. Pertenecía al batallón 207 de Cárdenas y durante varios meses peinó aquellas montañas para ofrecerles tranquilidad a sus pobladores y asestarle un duro golpe a las bandas armadas de la zona. Regresó feliz, como las personas que cumplen con su deber y cuentan la historia a sus seres queridos.


Unos días después, tras el inicio de la invasión a Playa Girón, tomó lo necesario, y se presentó en la zona del Acueducto, junto a todo su batallón. Atrás quedó mi abuela, disimulando la angustia ante los ojos de los hijos, aferrada a una fe precipitada y ahogando suspiros con sorbos de café.
La Patria una vez más precisaba de sus hijos, Fidel, durante la despedida de las víctimas del bombardeo a distintos puntos del país el 16 de abril, convocó a las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) a organizarse y esperar órdenes, ante el estado de alerta, prólogo de lo que vendría después.
En la esquina capitalina de 23 y 12, ante la multitud agolpada, el Comandante en Jefe proclamaba además el carácter socialista de la Revolución Cubana, solo unas horas antes de que una invasión nacida con el apoyo de la administración norteamericana, tocara suelo de la costa sur matancera. Comenzaba la Operación Pluto.
No permitiría el gobierno imperial, que ahí, bajo sus narices, una pequeña isla del Mar Caribe, se sacudiera, sin dobleces las ultimas cenizas del colonialismo, se declarara soberana y refundara de, por y para los humildes.
Los mercenarios desembarcaron en la madrugada del lunes 17 por dos puntos de Bahía de Cochinos. Alrededor de 1500 hombres agrupados en la brigada 2506, armados y entrenados para constituir un Gobierno Provisional que rápidamente Estados Unidos y La Organización de Estados Americanos (OEA) reconocerían.
Pero, esta vez la historia, caprichosa, la protagonizó el pueblo en armas. En alrededor de 72 horas las MNR asestaron un golpe mortal a los mercenarios, y le propinaron la primera derrota al imperialismo en América Latina. Una respuesta rotunda de milicianos de Cienfuegos, Matanzas, La Habana, la Policía Nacional Revolucionaria y las baterías artilleras del Ejército Rebelde, con la guía certera de Fidel.
La victoria de Playa Girón indicó la hora de los pequeños y los explotados, selló el destino de una nación y su capacidad de defensa. Pagamos un saldo doloroso, cientos de heridos, y más de 150 muertos, jóvenes todos con sueños truncados, hoy considerados héroes eternos.
53 años después de los sucesos, la nación rinde tributo a los artífices de aquella victoria, los caídos y los que aún dibujan en su memoria los días de combate. Mi abuelo, no llegó a participar en la ofensiva,  pero experimentó el triunfo  como si lo tejiera con sus propias manos. Era el fervor de la Revolución, ese que electrizaba multitudes cuando escuchaba a Fidel preguntar: “¿juran defender hasta la última gota de sangre esta Revolución (…)? dispongámonos a salirle al frente al enemigo (…), con la convicción de que “morir por la patria es vivir”.

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